Exploración del Atlántico
Los primeros grandes exploradores del Atlántico fueron los vikingos, que desde el siglo X se fueron asentando en distintos puntos de la costa este de Norteamérica. Por diferentes motivos, estos hombres audaces abandonaron los asentamientos americanos y regresaron a Europa, sin que su experiencia influyera en las exploraciones posteriores.
Más tarde fueron los comerciantes genoveses y catalanes los que llegaron al Atlántico, pero sin adentrarse en el océano porque carecían de los conocimientos técnicos necesarios para una navegación de altura.
Por último, portugueses y castellanos
protagonizaron durante
el siglo XV la exploración del Atlántico central
y las
costas africanas. En Portugal se creó una escuela
náutica
bajo el patrocinio del infante Enrique el Navegante, y en
Cádiz
un colegio de pilotos. Ambos organismos presentaban las mismas
características: se daban enseñanzas
prácticas de
navegación, se formaban los futuros pilotos y
también se
encargaban de defender los intereses de los marineros, con lo que
adquirieron el carácter de una entidad gremial.
La escuela portuguesa alcanzó mayor auge al contar con el apoyo oficial del infante, que se preocupó de aunar intereses, iniciar la tarea descubridora y buscar una base científica para los pilotos. El Navegante comenzó esta obra movido por intereses comerciales, científicos, políticos y religiosos, y bajo su protección los marineros adoptaron la carabela, se descubrieron las islas Azores, se dobló el cabo Bojador y se siguió el avance hacia el sur por la costa africana. Entre tanto, los castellanos no contaron con apoyo oficial, y los esfuerzos exploradores estuvieron protagonizados por marineros andaluces que organizaron expediciones particulares, todas de carácter comercial.
A mediados del siglo XV el avance hacia el sur era notable y se había conquistado la zona de Guinea, donde se compraba oro y esclavos, comenzando así la trata de negros, que llegaría a su auge en siglos posteriores.
Este tipo de conquistas y exploraciones contaron siempre con el beneplácito papal. Por medio de una bula, se concedió a los portugueses en 1452 el derecho exclusivo de conquistar las tierras descubiertas y por descubrir que estaban en poder de los infieles, con lo cual quedaba prohibido a todos los demás navegar por la costa africana.
Cuando en 1460 murió Enrique el Navegante, se paralizó el proceso expansionista de Portugal, aunque este reino siguió disfrutando del monopolio de explotación de las tierras africanas. En Castilla, los Reyes Católicos, que iniciaron su reinado en plena guerra civil y enfrentados al rey de Portugal, llevaron a cabo una serie de reivindicaciones sobre los derechos portugueses y, pese a las hostilidades, los marineros andaluces continuaron sus viajes por la costa africana.
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